Vuelo solo en 1913

25 de junio de 2018

Ceremonia aniversario

Foto ilustrativa

El 25 de junio a las 9:00 horas se realizó la ceremonia del 105.º aniversario del primer vuelo solo del entonces Alférez Cesáreo L. Berisso, en la rambla O Higgins y Rimac, Malvín.

La ceremonia, contó la presencia del comandante en jefe de la Fuerza Aérea, General del Aire Alberto Zanelli, así como del jefe del Estado Mayor de la Defensa, Gral. de Ejército Juan Saavedra, del comandante en jefe del Ejército Nacional, Gral. de Ejército Guido Manini Ríos, del comandante en jefe de la Armada Nacional, Almirante Carlos Abilleira, entre otras autoridades.

Una vez iniciada la ceremonia, se entonaron las estrofas del Himno Nacional, interpretado por la Banda de Músicos de la Fuerza Aérea Uruguaya, “Cnel. Reserva Walter Miños”. Seguidamente, hizo uso de la palabra el Cnel. (Av.) Heriberto Gancio, quien en representación del Comandante en Jefe, realizó un breve discurso de la gran hazaña del Alférez Berisso.

Finalmente, el Jefe del Estado Mayor de Defensa, el Comandante en Jefe del Ejército Nacional, el Comandante en Jefe de la Armada Nacional, acompañando al Comandante en Jefe de la Fuerza Aérea Uruguaya, colocaron una ofrenda floral a los pies de la placa conmemorativa, al tiempo que la Banda de Músicos de la FAU ejecutó el Toque de Silencio. La ceremonia culminó con el pasaje de una escuadrilla de aeronaves T-260 Aermachi, liderada por una aeronave T-6 Texan.

Palabras del director de Personal, Cnel. (Av.) Heriberto Gancio

En el día de hoy, tenemos la grata oportunidad de estar aquí reunidos, para celebrar una hazaña de quien fuera uno de los pioneros de la Aeronáutica Militar. Hace 105 años atrás en esta misma playa montevideana, un intrépido hombre del aire y las armas, realizaba el aterrizaje de su histórico vuelo en un avión Farman, llamado ‘‘El Águila’’, marcando así la génesis de una incipiente aeronáutica nacional.

Este hecho no fue un evento más que conformara el anecdotario de la época, sino por el contrario, fue un hito que generó un enorme impulso que permitiera continuar con las crecientes actividades de la Aeronáutica Militar, que por diferentes razones se estaban deteniendo.

Ese gesto de rebeldía realizado ese 22 de junio de 1913, por ese joven hombre de carácter firme, casi irreverente, generaron el nacimiento de un espíritu que quedaría arraigado para siempre en el corazón e historia de los integrantes de nuestra Fuerza Aérea.

Ese espíritu que nos caracteriza, el ‘‘Espíritu de Vuelo’’, en nuestra querida Institución surge desde esos primeros días, donde no hay incertidumbre, dificultad o tarea que pueda doblegarlo; siendo esa la esencia que nos hace crecer institucionalmente día tras día.

Ese legado que tan celosamente atesoramos, debemos mantenerlo vivo mediante el recuerdo de nuestra historia y práctica de nuestras tradiciones.

Por eso vale la pena hacer una reseña de aquellos acontecimientos que forjaron el nacimiento de la Aeronáutica Militar.

El 30 de enero de 1913, se firma el contrato entre el Gobierno Uruguayo y el Aviador Marcel Paillette, para la construcción de un hangar y cobertizos de idénticas características a los levantados en la Escuela de Aviación Militar de Buenos Aires, así como la adquisición de dos aeroplanos, un biplano Farman y un monoplano Bleriot.

Del mismo modo debería dar instrucción teórica y práctica por un período de tres meses, a diez Oficiales designados por el Ministerio de Guerra y Marina, aspirando los mismos a obtener el Diploma de Pilotos Aviadores.

Por orden del entonces Ministro de Guerra y Marina, se crea la Escuela de Aviación Militar y el 17 de marzo de 1913 en el departamento de Canelones en la localidad de ‘‘Los Cerrillos’’, frente al hangar y ante la presencia del Jefe del Campo, autoridades, vecinos de la zona y de diez jóvenes Oficiales alumnos, se inauguran oficialmente los cursos de vuelo, siendo el Director de la Escuela y piloto instructor contratado, el aviador francés Marcel Paillette.

El ‘‘FARMAN’’ biplano escuela fabricado básicamente en madera, tela y alambres, contaba con un motor francés ‘‘GNOME’’ de 50 HP, al igual que el monoplano ‘‘BLERIOT’’ más pequeño y de similares características. Estas máquinas voladoras poseían una maniobrabilidad reducida, provocando que cada vuelo fuese un verdadero desafío, exigiendo de cada piloto el máximo de sus conocimientos y destrezas.

Una sucesión de inconvenientes a los que se sumaron, condiciones meteorológicas adversas, pequeños accidentes y problemas mecánicos, generaron contratiempos en el funcionamiento de la Escuela y el desarrollo del curso de vuelo.

Un poco más de tres meses y habiendo llegado a su fin los plazos estipulados por contrato, entre el Gobierno Uruguayo y el Aviador Marcel Paillette, ya se contaba con algunos alumnos que estaban finalizando su entrenamiento y casi prontos para realizar su ‘‘Primer Vuelo Solo’’.

Esperanzados en que se renovara el contrato del Instructor francés y se posibilitara la finalización del curso, los días pasaron, pero no se llega a un acuerdo entre este y el Ministerio de Guerra y Marina.

La pregunta es ¿historia concluída? No para dos jóvenes Oficiales, al menos para el Teniente Boiso Lanza y el Alférez Berisso, en quienes el ansia de volar había prendido expansiva y firmemente, maduran en su espíritu rebelde y en secreto, la idea de realizar un gesto que conmocione la opinión pública y llame la atención de las autoridades.

Es así que el 22 de junio de 1913, de madrugada, Boiso Lanza y Berisso mandan sacar del hangar las aeronaves, pues habían resuelto volar solos y sin autorización los aviones de la Escuela sobre Montevideo.

Primero aparece el “Farman”, al cual Berisso sube de inmediato dando órdenes de encender motor, mientras que Boiso Lanza intenta lo propio con el “Bleriot”, pero no logra encenderlo.

De esta manera Berisso sin advertir lo sucedido, enfrenta las delicadas operaciones, carretea y despega a con las primeras luces del alba...inicia así una verdadera hazaña, sobrevuela “Los Cerrillos” y pone rumbo a Montevideo. Es la primera vez que navega solo. Esto es un acto de desafío de profundas consecuencias, donde un uruguayo ha demostrado, que el país puede y debe ser dueño de su propio cielo.

Qué mejor forma de homenajear hoy esta gesta heroica que, recordando en este día, el propio relato del Alférez Berisso de su hazaña, al ser entrevistado por diario “El Siglo” …

“…Toda la noche maduré mi plan…Pues, como decía, me levanté a las 4 de la mañana y calladamente, a la luz de un farol revisé detenidamente el motor. Le puse nafta y aceite bien todas las piezas. Hecho esto llamé a los peones, y al mecánico chileno, a quienes les manifesté mi intención de hacer solamente una vuelta “taxímetro” en la pista. La atmósfera estaba calma; la luna iluminaba maravillosamente el campo...”, así poéticamente explica Berisso lo que líricamente narraba de un episodio que perseguía fines prácticos, volar solo y demostrar que se puede. Seguidamente, dio la orden de encender motor, a treinta metros del hangar efectuó el decolaje, sintió al mecánico que gritaba, después nada... el ruido del motor y la concentración de la tarea lo aislarían del mundo.

Ya en vuelo, vira en dirección al pueblo de Los Cerrillos, envolviéndolo una niebla espesa que lo obliga a subir, comienza a amanecer y los reflejos del sol lo guían en ese mar de niebla rumbo a Montevideo. El frío del crudo invierno uruguayo se hace sentir, pero un valeroso Berisso lo enfrenta sin ningún tipo de protección.

Lleva una hora de vuelo y calcula que se encuentra ya sobre Montevideo, ciertamente, un raspón de nubes le permite divisar un grupo de casas e identifica que se encuentra volando sobre Sayago, lo que percibe como la Escuela de Agronomía, hoy la Facultad de Agronomía.

Posteriormente vira a la izquierda, pues el objetivo era aterrizar en Carrasco, súbitamente tiene la certeza de estar sobre el mar, virando y descendiendo lentamente se interna en la niebla, cuando de pronto esta se rasga y comprueba lo cierto de sus instintos; se encuentra sobre el mar y a su derecha tiene la costa. Se dirige hacia ella y busca un lugar apropiado y aterriza en la arena…

Este histórico vuelo que en rápida parábola paso desde “Los Cerrillos” a Montevideo, transcurrió en un tiempo de vuelo exacto de, una hora y 45 minutos.

Un tiempo de vuelo que trascendió aquel aislado hecho, transformándose en el hito fundamental de la historia de la Aviación Militar. Ese joven Oficial realizó un abnegado acto de rebeldía, intrépido y hasta indisciplinado si se quiere, demostrando que el esfuerzo no fue en vano, signando a nuestra Institución desde sus orígenes con eso que llamamos “Espíritu de Vuelo”, motor fundamental de todos aquellos que sentimos a esta profesión como una forma de vida.

Una actitud proactiva que no entiende de dificultades, coyunturas o contratiempos, una voluntad de espíritu que trasciende los tiempos y moldea el carácter de las nuevas generaciones de pilotos, templando sus corazones y mentes en un accionar criterioso, desarrollando la imaginación y creatividad, deseosos de superación y en búsqueda constante de una Fuerza Aérea de vanguardia.

Muy importante es mantener vivos esos valores de quienes forjaron nuestra aviación, porque toda institución que no recuerda su historia y cultiva sus valores primigenios, pierde sus tradiciones y sin valores y tradiciones no hay identidad.

Por tanto, debemos evitar que cualquier situación temporal afecte los más sagrados pilares fundacionales de nuestra Institución, la pujanza, abnegación y vocación de servicio; deben de ser la práctica y ejercicio constante de nuestros integrantes, en reconocimiento al valioso legado de nuestros antecesores, donde el Espíritu Aeronáutico es el valor que nos identifica y diferencia del resto, por estar dispuestos si fuera necesario, a realizar el más grande de los sacrificios. Por eso podemos sintetizar el legado y espíritu de Berisso parafraseando al primer ministro británico, Winston Churchill: “El éxito no es el final, el fracaso no es fatal; es el coraje de continuar lo que cuenta”.

Heroica escapada del entonces Alf. Berisso

Textos: Prof. Mag. Daniel Torena

El 17 de marzo de 1913 se había establecido en “Los Cerrillos”, la primera Escuela de Aviación Militar del Uruguay, siendo también una de las primeras de América Latina.

La Argentina es del 10 de agosto de 1912 (comenzando sus vuelos en noviembre) y la de Chile de febrero de 1913. En cuanto a Brasil, la pionera es la "Escola Brasileira de Aviaçao" que se crea en 1913, pero ya 1909, Alberto Santos Dumont se encontraba realizando actividades aéreas.

En Europa solo Francia, Inglaterra y Alemania tenían escuelas militares de aviación con muy poco tiempo, mientras que Italia recién había empezado en esos años y en nuestro continente, la de mayor desarrollo eran la de Estados Unidos. En el resto del Mundo solo el Imperio del Japón, tenía inaugurada su escuela militar de aviación y era naval.

El hecho de tener una Escuela de Aviación de formación profesional, era un gran avance científico y tecnológico para nuestro país, donde había que desarrollar estudios además de las ciencias aeronáuticas y de la ingeniería/mecánica, como también lo eran las ciencias de la atmósfera y de la meteorología.

En 1913 el Mundo se preparaba para la guerra en Europa, entre las grandes potencias con dos bloques estratégicos bien definidos, siendo los imperios centrales de Alemania y Austrohúngaro, con alianzas militares con el Imperio Otomano y con Italia y Bulgaria por otro lado. En tanto el Imperio Británico y Francia (con sus dominios coloniales) y el Imperio Ruso, eran colosales. Bélgica por su lado, era aliada de Inglaterra y Serbia de Rusia entre otros.

En nuestra región había una clara influencia del Imperio Británico en lo económico, en especial en Argentina y Uruguay, mientras que en el área de la cultura, la influencia francesa hacía presencia y era admirada por la intelectualidad del Río de la Plata.

Nuestro país a nivel per cápita, era el segundo de Latinoamérica, después de Argentina, que era la sexta economía del mundo, llamada “la California del Sur”. En temas de educación (primaria, secundaria y universitaria), Uruguay era un país de referencia y líder en la región. Nuestras Fuerzas Armadas no quedaban atrás, los oficiales del Ejército mejor calificados realizaban sus estudios superiores de Estado Mayor en Francia, considerado uno de los mejores niveles en Europa, nivel comparable a las propias universidades francesas.

Nuestro país tenía ya una corriente marcada de inmigración, especialmente de origen europeo. Es así que encabezaban la lista por orden los españoles, luego italianos, franceses y en menor medida ingleses, irlandeses, suizos, alemanes, belgas y eslavos. En menor porcentaje llegaron de Asia menor y Europa Oriental, habiendo crecido de 300 000 habitantes a mediados del S.XIX a más de 1 000 000 a principios del S.XX.

Es por esa razón que el Estado Nacional, por intermedio del Ministerio de Guerra y Marina (actual Ministerio de Defensa Nacional), contrató a un instructor francés de nombre Marcel Paillette. En 1913 gobernaba en nuestro Uruguay el presidente José Batlle y Ordoñez, en una segunda y fecunda presidencia. La misma llevaba una política de Estado de grandes transformaciones sociales y educativas, de las más avanzadas si la comparamos con los estados de Europa de su época, por lo que era referente en América Latina. En tanto, en Canelones el Jefe Político y de Policía (máxima autoridad departamental) era Tomás Berreta, hijo de humildes inmigrantes italianos y un verdadero caudillo chacarero y popular en el Departamento.

La Escuela de Aviación de “Los Cerrillos” contó desde el principio con el apoyo de la población local y del gobierno departamental, visitando Tomás Berreta las instalaciones y siendo acompañado por el hijo del presidente Batlle, César Batlle Pacheco, un periodista muy entusiasta de los avances de la ciencia y de la aviación.

Su ubicación fue en el casco de la Estancia de Domingo Veracierto, que había vendido la mayor parte de su propiedad (unas 2300 hectáreas) al Ministerio de Guerra y Marina en 1912, para la Escuela de Aviación de “Los Cerrillos” y operaciones varias del Ejército Nacional. En esos años se realizaban reuniones y tertulias, en la casona de Veracierto que mantuvo unas 477 hectáreas de la antigua estancia, participando el mismo como anfitrión junto a su familia, recibiendo autoridades ministeriales y departamentales de Canelones. Las mismas estaban encabezadas por Berreta y el hijo del presidente Batlle, que junto al francés Paillette, se alojaban en las habitaciones de la casona. Su aspecto de un hombre de estilo, de vida elegante, muy francés que le gustaba viajar, la buena mesa y la música, no pasaba desapercibido.

Berreta fue la primera autoridad del Uruguay, en volar en un avión en “Los Cerrillos”, luego lo hizo César Batlle Pacheco, que lo publicó en el diario “El Día”. También fue publicado en la prensa de la antigua Villa Guadalupe, actual Canelones.

De los primeros 10 alumnos de la Escuela de “Los Cerrillos”, la mayoría eran del arma de Artillería del Ejército Nacional, de los cuales cuatro eran de Canelones, entre ellos el Capitán San Martín y los tenientes Alvarez, Ortiz y el Alférez Berisso. Este último, un joven hijo de inmigrantes italianos, que vivían en una chacra familiar, y en donde el mismísimo Berisso ayudaba a arar con bueyes y cultivar la tierra en la región de Piedras de Afilar, noreste del departamento canario.

Los alumnos de la Escuela, encabezados por Boiso Lanza y Berisso, querían con todo su espíritu patriótico independizarse del instructor francés y volar solos. Asimismo, tenían la intención de mantener la Escuela de alguna forma, ya que las autoridades del Ministerio habían expresado que no tenían intención de seguir con el contrato del francés debido a su costo, con el consiguiente cierre del Instituto.

Impulsados por las ideas de Boiso Lanza y Berisso en primer lugar, todos los alumnos de la Escuela estuvieron de acuerdo, de que había que probar de alguna forma que podían volar solos y demostrarlo a las autoridades nacionales y al público en general. Su intención era despertar el apoyo de la población civil del país. Era una maniobra muy arriesgada, ya que nunca habían volado solos.

Llegó el día donde la Historia se encontró con este hecho trascendente para la Aviación Nacional, un 22 de junio de madrugada, minutos antes del amanecer. El Alférez Berisso abordó el Farman y despegó mientras que Boiso Lanza lo hizo en el Bleriot, pero debido a problemas técnicos no logró despegar al no arrancarle el motor.

Era una muy fría mañana y con una niebla cerrada al amanecer, se dificultaba muchísimo la visibilidad. Era una época muy rudimentaria, donde se volaba sin instrumentos de navegación, ni radio y mucho menos paracaídas. Su vestimenta era un traje de cuero que realmente no protegía demasiado al piloto, y en donde su cabina no tenía cerramientos, por lo que volaban a cielo abierto recibiendo de frente el viento y el frío de aquel 22 de junio.

Según los documentos históricos, Berisso escribió que voló sobre un mar de nubes, con poca visibilidad al principio y mucho frío. Pudo sobrevolar para guiarse el Pueblo de “Los Cerrillos” y de allí dirigirse al Sur, guiado por los primeros rayos de luz de las primeras horas de la mañana. Una vez al llegar a Montevideo, divisó a la actual Facultad de Agronomía que era todo campo a sus alrededores y viró al Este con la intención de aterrizar en los campos de Carrasco. Luego de volar un poco más, divisó el mar y debajo de las nubes, pudo observar una playa, resolviendo aterrizar en ella. Era la playa de Malvín, donde tocó tierra después de volar 1 hora y 45 minutos.

En esos momentos Malvín era un lugar despoblado, habitado por lavanderas que vivían en humildes viviendas y secaban la ropa al sol, para llevar los lavados a las primeras casas señoriales del nuevo barrio de Pocitos y en especial en la actual zona del Parque Rodó y Bulevar Artigas hasta el Prado en carretas.

Donde aterrizó el joven Alférez el Farman era una extensa playa de arena, donde se entrenaban a los “pingos” (caballos de carrera del Hipódromo de Maroñas). Su tranquilidad, quedaba en manifiesto entre caballos, lavanderas y los pescadores de la zona, que se dirigían hasta la isla de la Gaviotas.

Fueron justamente estos vecinos de Malvín, que se aprestaron a auxiliar a joven Berisso y justamente esos caballos, que de tiro sacaron el avión al día siguiente.

Aquella hazaña fue un enorme hecho histórico para la Aviación Nacional y una demostración del coraje y determinación de los pilotos nacionales, que Berisso patrióticamente demostró que los orientales podían hacer cosas muy grandes, ante los desafíos de la ciencia y la tecnología moderna.

Galería: Rambla O'Higgins y Rimac, Malvín